Voces de la Revolución
ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 30/01/2025 - 18:45:00 PMRuth Arboleyda (comp.), Voces de la Revolución, guiones radiofónicos, México INAH, 2014.
Gabriela Marentes*
Debo advertirles que soy comunicóloga, por ello lo primero que veo en Voces de la Revolución es una tarea comprometida con la divulgación de la historia y la antropología, acción que aplaudo indiscutiblemente.
Espero que esta reflexión les parezca pertinente y enriquecedora, pues se trata de ofrecer otra mirada —hacia el trabajo de distintos especialistas en las áreas de competencia del Instituto Nacional de Antropología e Historia— sobre un proyecto de investigación que, como más reciente fruto, ha dado a luz la publicación que nos convoca.
Puedo entender perfectamente cuál es la razón por la que estoy sentada en esta mesa, ya que
—junto al equipo de Radio INAH— tuve la fortuna de tomar parte en un pedacito de la tarea que se propuso encabezar Ruth Arboleyda.
De hecho, una de las razones de ser de nuestra área −Radio INAH− es la de colaborar con los otros centros de trabajo para reforzar la difusión de su quehacer cotidiano. Precisamente Voces de la Revolución es un ejemplo de la mancuerna entre dos áreas del mismo instituto a favor de la transmisión de los valores del patrimonio cultural hacia públicos tanto interesados y expertos como no especializados.
Los estudiosos saben mejor que nadie que los códigos para comprender o leer los bienes patrimoniales de la nación, en muchas ocasiones, se han perdido por la distancia que impone el correr del tiempo. Son ustedes quienes los desenmarañan con el fin de que ese patrimonio no permanezca inerte ni mudo ante las generaciones del presente. La sociedad tiene que percibir estos recursos patrimoniales; tiene que reconocerlos y es gracias a la labor que ustedes realizan como se logra evitar que le sean indiferentes o que pasen desapercibidos ante sus ojos.
Es decir, los recursos patrimoniales —como los llama el doctor Santos Mateos Rusillo, experto en estos temas— tienen que comunicarse y relacionarse con las sociedades que los poseen. Y solamente su estudio y difusión pueden inyectar en ellos ese hálito de vida, esa vigencia para el tiempo que los contiene y, aunque no los produjo, debe identificarlos como suyos.
De acuerdo con mi formación, debo apuntar lo siguiente: de la mano de la preservación y apropiación del patrimonio cultural por la sociedad, debe “activarse” también su permanencia en la memoria histórica del país. De ahí la importancia de la difusión cultural, que está marcada como una de las tareas sustantivas de nuestro instituto.
Si el patrimonio cultural es un universo, un recurso patrimonial es una de sus partes. Según el mismo Mateos Rusillo, un elemento de nuestro legado histórico se convierte en producto patrimonial en el momento en que se develan sus valores a la sociedad, a través del lazo que se tiende entre uno y la otra en virtud de la difusión cultural.
Esta oportunidad nos permite centrarnos en la vocación que ha cultivado el instituto sobre la investigación, rescate y conservación de la “sustancia sonora” de nuestro patrimonio cultural: me refiero a las voces, los ambientes tradicionales y la música.
La voz es el vehículo más fiel y directo de los mensajes que, gracias al lenguaje, codificamos dentro de nuestro ser para comunicar. Nos servimos de las palabras para intentar decir lo que articulan todos nuestros sentidos…
La voz es una de las cosas inestimables del ser humano. Es algo tan nuestro, tan ligado a nuestra sustancia que es una parte “tangible” de la intimidad de nuestro pensamiento y de nuestro sentir que aflora y se expresa en la realidad, como lo hace también una mirada pero con menos códigos. Dicen los que saben que la voz comparte —con las expresiones artísticas más elevadas— la esencia de la humanidad.
Me gusta pensar que la huella que va dejando nuestra voz en el universo podría ser imborrable, tal vez, como la luz de una estrella que brilla aun cuando ésta ha desaparecido. El INAH, a través de sus investigadores, tuvo la sabiduría de valorar también estas Voces de la Revolución para riqueza de nuestra nación.
Así, la actividad de difusión cultural es una mediadora, una facilitadora que favorece la decodificación y la identificación de los valores y los contenidos de información que atesora el recurso patrimonial, convirtiéndolo en un medio de comunicación cultural al servicio del conjunto de la sociedad.
Sin las acciones de la investigación, conservación y la difusión cultural, los bienes patrimoniales podrían permanecer ocultos para la mayor parte de la sociedad. De ahí la importancia de esta colaboración entre la Dirección de Estudios Históricos, la Biblioteca Manuel Orozco y Berra, y la Dirección de Medios de Comunicación, porque los guiones —basados en los documentos sonoros que los especialistas elaboraron con entrevistas a ex revolucionarios— también se convirtieron en materiales radiofónicos para difundir este conocimiento entre públicos amplios a través de ambientes digitales.
Como ustedes ya saben, Voces de la Revolución es un libro que reúne y analiza testimonios obtenidos por investigadores hace casi cuarenta años a través de grabaciones de campo realizadas con gente que, de una u otra forma, tomó parte del más importante movimiento armado del siglo XX en nuestro país: la Revolución mexicana.
Estos documentos sonoros se tejieron, contextualizándolos dentro de guiones que se produjeron para su difusión por internet a través de la página web de nuestro instituto y por Radio INAH.
Por un lado está el patrimonio cultural de la nación —dicho en mayúsculas—, que está compuesto por una infinidad de elementos y sigue creciendo con el quehacer científico, artístico y cultural de los mexicanos; y por el otro lado está la sociedad. Como ya hemos apuntado, es la difusión cultural una actividad que tiende un lazo entre uno y la otra para que se conecten, se conozcan y se entiendan. Esta es una de las claves para garantizar la pervivencia de los bienes patrimoniales.
Con esta publicación la frescura de las voces vivas se enriquece a la luz de la posibilidad de una lectura paciente que se nutre de conocimientos que la contextualizan a través del tiempo, con una comprensión comprometida con los testimonios históricos y su trasfondo cultural.
El historiador Salvador Rueda participó en el registro de estos documentos, y apuntó que: “[…] Uno de los objetivos fundamentales fue rescatar la voz y la memoria no sólo de los personajes relevantes, sino de la tropa e incluso pacíficos quienes habían vivido y participado en esta gesta”.
De manera personal me vi en la necesidad de afinar la definición de lo que es una “grabación
de campo”. Para ello acudí al etnomusicólogo Benjamín Muratalla quien hizo el favor de explicarme este término. Las “grabaciones de campo”:
[…] son grabaciones producto de una etnografía. Los investigadores acuden a los lugares, a las regiones o a las comunidades y realizan una etnografía que es fundamental para sustentar un proyecto de investigación: es la materia prima, por decirlo de alguna manera.
En pocas palabras, la etnografía es la descripción de todo lo que un especialista ve: de las relaciones sociales, las fiestas, la religiosidad, las actividades productivas. Así, todo lo que el investigador observa en una comunidad lo escribe, lo fotografía, hace esquemas, planos, dibujos, croquis y mapas. La grabación de audio o de video se suma a todo este compendio de herramientas etnográficas que el estudioso va recopilando para su investigación. De modo que, cuando el investigador regresa al trabajo de escritorio, se vale de todos estos datos recabados para ir articulando y dando sustento a su investigación y a su tesis.
[…] En este contexto, las grabaciones de audio de campo son eso: el investigador va y graba. Abre los micrófonos para realizar una entrevista, un testimonio de un campesino, de un indígena, de un músico, de un mayordomo. A diferencia de las grabaciones de estudio, en éstas también se pretende escuchar los ruidos ambientales, registrar las músicas, las lenguas, los rezos o los animales: todo el ambiente sonoro del objeto empírico es parte de una grabación de campo. Son testimonios que pretenden ser lo más fieles posible a la realidad que el investigador está observando, porque la intención del antropólogo o del historiador en este caso es transmitir esta realidad tal cual. De modo que el registro de campo se convierte en una fuente documental muy importante.
Mi somero conocimiento sobre la Revolución mexicana era uno antes de conocer estos testimonios, y fue otro después, ya que se enriqueció sustancialmente. La imagen develada a la luz de estos materiales del jefe Zapata, del papel de las mujeres en el Ejército Libertador del Sur, de la pesadilla de la “leva”, de la cotidianidad de la guerra, de la manera como estos ejércitos conseguían comida y armamento, me permitió ver el lado humano de un puñado de mexicanos en tiempos extraordinarios…
El título de la publicación que ahora nos reúne, Voces de la Revolución, es sin duda transparente, y a la vez sugerente, ya que incluye, por lo menos, cuatro elementos muy destacables: la historia, la violencia, la voz y la memoria.
Las grabaciones de campo en las que se sustentó esta investigación giran alrededor de las voces de algunos protagonistas ex revolucionarios, aunque también están ahí presentes los perros, las gallinas, algún niño, un gato, voces de mujer o la lluvia, entre tantos otros elementos ambientales que suenan en el siglo XXI gracias a estos registros.
Lo importante es que la voz está conectada directamente con el ser, con su pensamiento y con su sentir. Se transcriben las palabras pero es imposible decodificar todo el contenido que contiene una voz.
Para nuestra fortuna, muchos de los pasajes de los documentos sonoros pudieron ser incluidos dentro de los productos radiofónicos finales. Algunos segmentos quedaron fuera porque, lamentablemente, se volvieron ininteligibles por el paso del tiempo y por las condiciones de grabación y técnicas que, en su momento, implicó el registro. De cualquier forma estos testimonios de historia oral, aunque no pudieron ser parte de los materiales radiofónicos, ya son parte de nuestro patrimonio cultural —como bien lo apunta su compiladora, la antropóloga Ruth Arboleyda— y constituyen fuentes de información rica y valiosa sobre nuestro pasado.
Aquí me gustaría traer a cuento estas palabras del arquitecto y consultor en Interpretación del Patrimonio y Museografía, Marcelo Martín Guglielmino (1993):
Difusión no es en sí ni el patrimonio ni la necesidad del ciudadano. Difusión es una gestión cultural mediadora entre dicho patrimonio y la sociedad. Gestión porque implica un proceso complejo que abarca documentar, valorar, interpretar, manipular, producir y divulgar no ya el objeto en sí, sino un modelo comprensible y asimilable de dicho objeto en su relación con su pasado histórico y su medio presente. Cultural porque se opera con la obra del hombre, tangible e intangible, pasada y presente, que rodea e influye en el ciudadano de hoy hasta ser parte misma de su historia y por tanto de su identidad. Mediadora porque requiere de una técnica y un soporte material independiente del objeto y ajena al sujeto que la recibe.
Ruth Arboleyda planeó la transcripción y el estudio minucioso de los documentos sonoros, así como su incorporación en guiones para radio, y escribió:
Escuchar estas voces permite captar no sólo el recuerdo de todas estas vicisitudes en los sobrevivientes, sino también lo que quedó indeleblemente marcado en la memoria y vivencia de los entrevistadores y les permitió nuevos enfoques sobre la rebeldía campesina, tonos de voz, silencios, recuerdos quebrados por el llanto. También, el entender cómo el recuerdo se ve modificado por las experiencias posteriores, la historia oficial, la visión construida después […]
Me parece importante recordar que la antropóloga afirma en su reflexión introductoria:
El gran movimiento social llamado Revolución Mexicana, en la medida en que permitió reacomodos sociales de gran envergadura y alumbró al México moderno, todavía puede aportar reflexiones y enseñanzas importantes para el México de hoy. Los movimientos de rebeldía agraria, la historia de sus participantes más “modestos”, sus razones, sus motivaciones, sus visiones de mundo, todo esto todavía está ahí, en el México de hoy […]
La cuestión es que en nuestro pasado muchas veces los especialistas encuentran los códigos que nos permitirán descifrar quiénes somos y a dónde nos dirigimos como sociedad.
Para finalizar les quiero compartir que fue casi natural para Radio INAH atesorar las voces de los especialistas en los temas de interés del Instituto. Es así como estos documentos sonoros, donde nos hablan José Luis Lorenzo, Román Piña Chan, Francisco González Rull, Santiago Genovés, Ada D’Aloja, Leonardo Manrique, Antonio Pompa y Pompa, Luis González y González, Guillermo Bonfil o Tita Braniff —que en paz descansen—, pueden aún hacer timbrar sus voces, al igual que las de los zapatistas, para enriquecimiento de nuestro ser mexicanos y de nuestro patrimonio cultural.
Muchas felicidades a Ruth y a todos los involucrados en Voces de la Revolución.