Memoria y testimonio: los politécnicos
ENVIADO POR EL EDITOR EL Martes, 30/11/-0001 - 00:00:00 AMIván Jaime Uranga Fabela, Vivir y contar, 1968. Memorias de un brigadista politécnico, México, Memoria en Movimiento / Toma y Lee, 2023.
Héctor Piñeira Guevara, Más de 96 lágrimas, México, Memoria en Movimiento / Toma y Lee, 2023.

Liliana García Sánchez*
De entre la extensa producción literaria e historiográfica sobre el proceso histórico del movimiento estudiantil de 1968, quisiera hacer algunas precisiones que podrían ayudarnos a comprender la importancia de los libros de Iván Jaime Uranga y Héctor Piñeira Guevara.
El 68 no es aislado, emana de las luchas sociales con participación juvenil de finales de los 50. Es decir, como lo refleja el texto autobiográfico de Iván Jaime Uranga, los jóvenes de ese año paradigmático fueron quienes heredaron y continuaron el descontento popular con sus raíces más lejanas en el periodo posrevolucionario y sus largas caravanas de lucha por la tierra, con el reparto agrario como símbolo esencial; se incorporan las luchas obreras, ferrocarrileras, magisteriales y, en general, largos contingentes de trabajadores y trabajadoras en exigencia de derechos fundamentales. No podemos contar esta historia sin Arturo Gámiz, los hermanos Gaytán y tantos jóvenes que enarbolaron la bandera agrarista y la ampliaron al integrar a la juventud como sujeto social, político e histórico. Todo esto nos obliga a leer la historia del 68, no como un hito aislado, una emergencia espontánea de las exigencias juveniles y estudiantiles, sino como resultado de una larga lucha silenciada, aporreada, reprimida y malversada.
Hoy en día contamos con un extenso panorama de materiales sobre este importante tema; en cuanto a libros, contamos con testimonios, memorias, entrevistas y crónicas, así como estudios generales y académicos; contamos también con números monográficos contenidos en revistas; grabaciones orales, documentales, cinematográficas y, más recientemente, sitios de internet que documentan y reúnen mucha información pertinente; sin olvidar la extensa producción literaria, poética, cuentística, plástica y musical, que refleja otro lado menos explorado, pero sumamente enriquecedor de este movimiento social. Aunque no es mi objetivo hacer un repaso minucioso de aquella producción, y solamente haré notar que, a ojo de pájaro, esas producciones suelen aparecer con mayor profusión en los años conmemorativos (1978, 1988, 1998, 2008, 2018), es importante notar algunos datos relevantes a casi 60 años de aquellos acontecimientos, justamente porque tampoco terminaron en la vergonzosa masacre de jóvenes y pueblo solidario; todo lo contrario. Por coherencia ética e histórica, proyectamos ese pasado reciente en la larga historia de los movimientos sociales mexicanos, hacia los movimientos juveniles de los años 70 en adelante, en defensa de la educación popular y autónoma, sobresaliendo en combatividad y silenciamiento las luchas por la educación normal rural de la actualidad, con Ayotzinapa como otro de los “símbolos transparentes” de la lucha popular de jóvenes y maestros, acudiendo a la acertada frase de Gonzalo Martré.
Ambos libros corresponden a ese rubro de memoria y testimonio que, aunque sugieren personajes y elementos de ficción, recurren ineludiblemente a sucesos y vivencias propias, que aterrizan lo narrado imaginado en un contexto concreto: una ciudad, unos jóvenes, un gobierno con sus brazos represores que han sido expuestos en toda esa bibliografía dispersa en archivos, hemerografía, fotografías e infinidad de materiales trabajados y aún por descubrir. Memoria y testimonio que no sólo muestran la sociedad y cultura de su época, sino que nos permiten imaginar y reconstruir los distintos procesos de politización que movieron el sentir y el pensar de estos jóvenes; los distintos significados que aquella lucha representó para sus jóvenes vidas, para sus ideales de porvenir. Es el caso de Daniela, o Dannie, en la historia de Piñera, una joven que representa a tantos y tantas, en ese afán de dar nombre a los sueños que sólo en aquella edad adquirían un brillo fulgurante:
¡Cómo me imagino el día en que pueda ver mi nombre impreso en una plaquita de bronce!: “Daniela Rodríguez Luna, Química Bióloga Parasitóloga”. —La chica dibujó en el aire con ambas manos y los dedos pulgar e índice en ángulo recto, la imagen de un rectángulo horizontal— [...] en la merita entrada del laboratorio de análisis que voy a fundar [...] te juro que va a ser el mejor laboratorio de todo México, ¡ya lo verás![1]
O de Rosa: “Y en cuanto al futuro, verás, me gustaría aprender derecho laboral para defender a los obreros de los patrones abusivos”.[2]
Daniela, en Más de 96 lágrimas, como Rosa en Los símbolos transparentes de Martré, considera odiosa la presencia de granaderos y militares en su querida escuela, la Vocacional 7 del Politécnico; Rosa, al igual que Daniela, son sólo parte de ese contingente de símbolos de la juventud esperanzada y también espantada, indignada, viendo caer en la incertidumbre sus sueños e ideales, los inmediatos y los de largo plazo: “Tu doctorado y el país, mi querido Rogelio, se están yendo al carajo”.[3]
El mismo Héctor Piñera se cuestiona al inicio de su texto: “¿Ficción?” Esto es interesante porque, en esa línea de escritura sobre el 68, me pregunto si la dimensión del dolor y la indignación solamente puede ser paliada con el maquillaje de “ficción”; como suele ocurrir en la academia, toda aquella afirmación que carezca de “evidencia histórica, documental y objetiva”, suele reservarse en el espacio de lo ficcionario. Ojalá el tiempo de hoy nos permita escuchar la opinión de los autores al respecto.
Estas memorias nos dan pie a pensar en iniciativas que actualmente están presentes en diversos espacios de nuestra sociedad, determinados como “lugares de memoria”, específicamente, los antimonumentos. Aunque el lugar donde se encontraba la Vocacional 7 sería un lugar idóneo para este tipo de iniciativas, cada uno de los gobiernos en turno ha puesto su piedrita para levantar edificios contra la memoria, incluyendo la actual sede del “Banco del Bienestar”. ¿Qué gestiones tenemos que realizar?, ¿cómo ponemos estas memorias en consonancia con un proyecto de lugar de memoria o antimonumento?
Me refiero a la iniciativa colectiva llamada Ruta por la Memoria: Acción Colectiva, que inició en abril de 2015 con la instalación del antimonumento +43. A diferencia de los monumentos tradicionales, producidos para enaltecer hechos del pasado, el antimonumento no aspira a perpetuar el recuerdo sino a alterar la percepción de que un hecho es inamovible. Un reclamo permanente de justicia al Estado en el espacio público.[4] Su finalidad no es conmemorar, sino referir acontecimientos que no dejan de suceder, por lo menos hasta que no exista verdad y justicia para cada uno de los agravios; son heridas abiertas y punzantes que no pueden sanar. En estas experiencias, hacemos presentes a los 43 normalistas de Ayotzinapa; los 49 niños y niñas víctimas de la negligencia del Estado mexicano; los 65 mineros sepultados por la avaricia empresarial; los años de impunidad... ¿Cuántos eran los jóvenes sepultados entre los muros de la Vocacional 7? ¿Cuáles eran sus nombres? ¿Cuáles eran los sueños que animaban su presencia en el movimiento estudiantil?... En el corpus de libros del que forman parte los que hoy comentamos, encontramos pistas, signos, apenas algunas piedras con las cuales construir un hogar contra el olvido.
Estos dos libros se suman a la necesaria producción editorial de divulgación dirigida a las generaciones más jóvenes, dado que no sólo describen la experiencia de aquellas juventudes, sino que abren panoramas históricos y de contexto que permiten conocer la “larga historia” en la cual se inscriben estos movimientos, mirando así la lucha estudiantil como una historia de largo aliento, fundada en movimientos sociales de larga data, como hemos mencionado, y abonando así a la comprensión y divulgación de la memoria de la represión, de la injusticia y de la ignominia que ha caracterizado, sin excepción, a los gobiernos mexicanos del siglo XX y XXI.
* Investigadora independiente.
[1] Héctor Piñeira Guevara, Más de 96 lágrimas, México, Memoria en Movimiento / Toma y Lee, 2023. p. 48.
[2] Gonzalo Martré, Los símbolos transaprentes, México, V Siglos, 1978, p. 294.
[3] Ibidem, p. 287.
[4] Antimonumentos. Memoria, verdad y justicia, México, Heinrich Böll Stiftung, 2020.