Actualidad de un libro pionero: La Guerra cristera de Alicia Olivera Sedano
ENVIADO POR EL EDITOR EL Martes, 30/11/-0001 - 00:00:00 AMAlicia Olivera Sedano, La Guerra cristera. Aspectos del conflicto religioso de 1926 a 1929, México, FCE, 2019 [1966].

David Méndez Gómez*
En el 2019, el Fondo de Cultura Económica decidió imprimir una nueva edición de este emblemático libro escrito por Olivera Sedano, cuya primera aparición al público había tenido lugar en 1966 de las prensas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Los antecedentes de la obra se remontan hasta la investigación que la autora realizó para su tesis de licenciatura cuando estudiaba en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En ese entonces, el trabajo marcó todo un parteaguas en la investigación histórica sobre el levantamiento cristero, sobre todo por fijar su atención, de forma pionera, en el contexto político de dicho fenómeno. Décadas después, Jean Meyer reconocería esa tesis como base bibliográfica de su magnífico escrito La Cristiada, concediéndole la primacía en el manejo de fuentes orales y archivísticas; algo aún más notable en una época en la que estos temas constituían casi un tabú.[1] Debido a la importancia educativa que posee el libro de Olivera Sedano, hubo también una edición impresa por la Secretaría de Educación Pública en 1987.
Alicia Esperanza Olivera Sedano de Bonfil (1933-2012) cursó las licenciaturas en Historia, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y la de Historia Antigua de México y Etnohistoria, en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, donde también se recibió de maestra en Historia de México. Su pasión por el tema cristero se puede atribuir a que su familia vivió en carne propia, por así decirlo, el conflicto revolucionario: mientras su padre defendía los ideales liberales revolucionarios, su madre poseía una profunda fe católica. No habían pasado más de 30 años desde el fin de la guerra cuando presentó su tesis de licenciatura, en 1953, por lo que su estudio todavía estuvo marcado por tensiones políticas respecto al tema. Aun así, ella siguió adelante.
Un paso importante en su vida académica y laboral fue visitar el archivo personal de uno de los líderes de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (LNDLR) a cargo de don Miguel Palomar y Vizcarra, quien fuera abogado y delegado del Partido Católico en Jalisco. Este hecho la indujo a estudiar ampliamente la Guerra cristera y sus antecedentes. La autora manifiesta que los datos que obtuvo de este archivo fueron de gran utilidad, por lo cual intentó recabar lo más que se pudiera, aunque no era factible atender toda la documentación hallada: “Naturalmente, en el estudio que ahora presento no he podido aprovechar toda esta colección de documentos, ni he tomado en cuenta todos los datos que ella puede proporcionar; pero sí he procurado basarme principalmente en ellos y aprovecharlos debidamente” (pp. 19-20). Sin embargo, los datos que analizó le valieron para la realización de otros libros como el de La literatura cristera, publicado por el INAH en 1970 —con una reedición en 1994—, y Peor es nada. Periódico cristero, junto a Víctor Manuel Ruiz Naufal, en 2005.
Su visión de corte etnohistórico queda clara en la forma como analiza las fuentes primarias, no sólo centrando su atención en el trabajo de archivo, común en la historiografía tradicional, sino incorporando la historia oral a través de diferentes entrevistas realizadas a actores políticos y religiosos que vivieron el conflicto armado, haciendo hincapié en los testimonios del general cristero Victoriano Ramírez (denominado “El 14”); del coronel Aurelio R. Acevedo, exjefe de la brigada Valparaíso, de Zacatecas, o de don Miguel Palomar y Vizcarra, exdirigente de la LNDLR, entre otros. Las entrevistas realizadas a este último personaje le valieron para escribir Miguel Palomar y Vizcarra y su interpretación del conflicto religioso de 1926, editado por el INAH en 1970, resultado de su incorporación al Proyecto de Archivo Sonoro del INAH, dirigido por Wigberto Jiménez Moreno, en 1964, el cual tenía como objetivo rescatar testimonios orales de aquellos individuos que vivieron el proceso revolucionario.
La incorporación de esos datos vivenciales confiere a los agentes históricos de la investigación (los “personajes” del libro) una profundidad ideológica sin caer en la densidad puramente descriptiva; entrelaza los hechos con el contexto histórico, la fuente documental y los testimonios, logrando establecer una relación clara entre acontecimientos, sin perder nunca su propia perspectiva, tal como lo menciona la autora:
Voy a analizar los acontecimientos que ahora me propongo estudiar, no con el criterio de las personas que lo vivieron, sino como miembro de la generación a la que pertenezco y de acuerdo también a las variaciones naturales que la evaluación de dichos acontecimientos ha sufrido de generación a generación y con la plena conciencia de quien vive sus consecuencias [p. 20].
La Guerra cristera tiene el objetivo de examinar el conflicto religioso de 1926 a 1929 en su ámbito militar y político, introduciendo las diferentes posturas ideológicas que crearon la disputa entre grupos revolucionarios de corte liberal y la visión católica con su plan de acción religiosa y social (pp. 20-21). Para ello, Olvera Sedano estructura su escrito en dos partes, cada una con sus respectivos capítulos y apartados. La primera parte se conforma de cinco capítulos y atañe a los antecedentes históricos que produjeron la lucha cristera, desde la publicación de la encíclica Rerum novarum, en 1891, hasta la creación de la LNDLR en 1926.
En el primer capítulo se habla de la influencia que tuvo dicha encíclica, cómo fue una guía para los católicos mexicanos, considerada principio del catolicismo social, fundamentada en la moralidad y en la libertad religiosa, y cómo además atacó al pujante socialismo de la época, acusándolo de crear una lucha de clases innecesaria. A partir de ello, los grupos católicos comenzaron a movilizarse desarrollando diferentes congresos en los cuales debatían y proponían soluciones a diversas problemáticas sociales, económicas y políticas del país basándose en sus preceptos. En tales reuniones se comenzaron a crear organizaciones civiles católicas, como la Confederación de Obreros Católicos, el Círculo de Estudios Sociales León XIII y el Partido Católico Nacional. Como ejemplo de la gran capacidad de organización que poseía la Iglesia católica en México, se menciona la red de agrupaciones que creó en cada estado de la república, constituidas principalmente por jóvenes: la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), cuya actividad social y política fue tan exitosa que en 1914 se celebró la consagración nacional de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús con el apoyo de Victoriano Huerta —lo que, incidentalmente, le procuró aún mayor desprestigio entre las huestes revolucionarias—.
En el segundo capítulo nos ofrece una visión general del creciente conflicto que se gestaba entre los grupos revolucionarios carrancistas y las asociaciones católicas. Los primeros acusaban a la iglesia de apoyar el “régimen ilegal de Victoriano Huerta”, además de que veían con desagrado la creciente participación católica en asuntos políticos. Por otra parte, los antecedentes y el malestar provocado entre los católicos por la aprobación y cumplimiento de la Constitución de 1917 son ampliamente explicados en el capítulo tres. La lucha pacífica y la creación de agrupaciones civiles gradualmente desembocaron en la lucha armada, que se analiza en los capítulos cuatro y cinco. Allí, Olivera Sedano abunda en cómo los constitucionalistas, encabezados por Carranza, mantuvieron una ideología anticlerical totalmente abierta, que limitó por decreto las actividades religiosas en muchos estados de la república; en los artículos 3, 5, 27 y 130 proclamados por la Constitución Política, los católicos “vieron un ataque a las libertades de enseñanza, de asociación, de prensa y de conciencia” (p. 59), lo que provocó protestas en todo el territorio nacional. Al saber que sus pretensiones no eran escuchadas por el gobierno estatal, se organizaron de manera más enérgica y entraron en juego asociaciones civiles que no habían sido consideradas, como la Unión de Damas Católicas y los Caballeros de Colón, además de que los centros regionales se fortalecieron a través de la ACJM. Con la llegada de Calles al poder, en 1924, la política anticlerical se fortaleció y el gobierno mexicano intentó dividir la organización católica al apoyar la instauración de una nueva religión nacional con independencia de El Vaticano. Ante esta presión estatal, los católicos fundaron la LNDLR y organizaron protestas por todo el país, boicots económicos y otras acciones rebeldes.
Como se puede deducir ante este pequeño resumen de los principales puntos de la primera parte, la autora nos ofrece un conjunto de datos bien organizados para comprender los intereses de esos dos grupos ideológicos antagónicos bien diferenciados (los católicos y el Estado revolucionario) y con metas bien establecidas. Debe mencionarse que el uso de material cartográfico mejora la comprensión del espacio, y es un gran acierto por parte de la autora colocar un mapa de las diferentes provincias donde se establecía la LNDLR (pp. 100-101).
La segunda parte del libro consta de cuatro capítulos y se enfoca en describir y entender el movimiento armado cristero desde la creación del comité de guerra por parte de la LNDLR y los católicos, en 1926, hasta la muerte del general Enrique Gorostieta, en 1929. En el primer capítulo se explica cómo inicia un franco enfrentamiento armado entre la LNLDR y el Estado revolucionario con apoyo de fuerzas agraristas, comandado por el presidente Plutarco Elías Calles, quien, mediante un conjunto de reglamentos conocidos como “Ley Calles”, suspendió el culto público, acción que precipitó la lucha cristera. Cabe mencionar que la autora, en el primer capítulo de la segunda parte, se detiene a exponer las fuentes que analizó para entender el movimiento armado, entre las cuales se hallan documentos hemerográficos, periódicos de la época y publicaciones cristeras como David, realizada por Aurelio R. Acevedo, exjefe del batallón Huejuquilla de la división Quintanar en Zacatecas. “Con todo este material he tratado de hacer un estudio de la contienda para llegar a conocer el grado de importancia, las características y los diferentes matices que adquirió dicho movimiento armado” (pp. 119-120).
En el segundo y tercer capítulo de la segunda parte, la autora nos introduce en lo que ha denominado reorganización y culminación, a partir del cual se admite como nuevo general de las fuerzas cristeras a Enrique Gorostieta. Con él comienza una serie creciente de enfrentamientos armados, principalmente en El Bajío y Zacatecas, aunque también se mantenían en el Estado de México y el Distrito Federal. Dichos grupos armados son analizados de manera particular por la autora de acuerdo con el estado en que surgieron, identificando su importancia militar para la contienda, sus miembros principales y su ubicación geográfica. Aquí, Olivera Sedano logra diferenciar dos tipos de individuos que engrosan las tropas cristeras: los fieles seguidores católicos miembros de la ACJM y de la LNDLR, quienes tenían como objetivo restaurar la libertad religiosa; y aquellos que fueron incorporándose al movimiento, como obreros, campesinos y aliados de otras tropas revolucionarias contrarias al gobierno federal.
El último capítulo explica la terminación del conflicto religioso, hace énfasis en la decadencia de los grupos católicos que aún seguían en guerra hacia 1927 y 1928, así como en el reviro que hizo El Vaticano por la lucha cristera, manifestando su desacuerdo con el conflicto y buscando una solución pacífica al problema; y relaciona la muerte de Álvaro Obregón, a manos de José de León Toral —supuesto miembro de la ACJM—, con la intensificación por parte de las fuerzas federales en la represión de los levantamientos armados. Aunque la guerra de guerrillas fue útil para los cristeros en la primera parte de esta última etapa de la lucha armada, con el tiempo, los individuos comenzaron a cansarse y frecuentemente desertaban, sobre todo por la desaprobación de la Iglesia. Con la muerte del general Gorostieta la lucha armada perdió su fuerza y fue desapareciendo lentamente.
Se debe mencionar que La Guerra cristera incorpora un eficiente resumen de cada capítulo, detalle que en pocos libros he visto y que permite la consulta ágil. Si nos queremos detener en una época o situación del conflicto podemos hacerlo gracias al organizado y extenso índice, y si deseamos tener una visión general de lo descrito, el resumen es ideal. También se puede mencionar que este libro tiene relevancia en dos aspectos fundamentales: el primero radica en que su principal objetivo es informar al público general sobre los pormenores de la lucha cristera, pero también es un ejemplo para los jóvenes académicos de las ciencias históricas de cómo deben ser manejadas las fuentes primarias para construir hipótesis válidas, incluidos los recursos de corte oral. En segundo lugar, esta edición incorpora un prólogo de Carlos Martínez Assad, que complementa la información de Olivera Sedano en la parte política desde la visión de los organismos estatales, y nos ofrece un contexto general, muy necesario, de la guerra. En mi opinión, este libro es una lectura obligada para introducirnos a este proceso histórico; su importancia no ha sucumbido con el paso de los años, ya que es base de las nuevas investigaciones sobre la Guerra cristera y las consecuencias de la Revolución mexicana. No por nada es nuevamente editado, 55 años después de su primera edición, con un tiraje realmente considerable.